LIBRO: EL OPUS DEI - ANEXO
A UNA HISTORIA
AUTORA: María Angustias
Moreno
A LOS HECHOS ME REMITO
A unos hechos que siguen y siguen despertando de su letargo
en testimonio de una verdad que no puede quedar mutilada.
De una verdad compuesta, para los de la Obra, de una gran
aportación de testimonios tantas veces fruto del momento
"bajo", inconsciente o manipulado de muchos, y procurados
para su propio encumbramiento. Que para otros empieza sin
embargo a ser motivo de remordimiento personal, en aras de
un deber de lealtad que tiene que estar por encima de la Obra
misma; de lealtad y de servicio a la verdad, por justicia
y por amor a todos.
Ha sido difícil hablar, y sigue siéndolo. Pero
nunca es tarde, ya que la dicha sólo puede ser la de
la verdad. De que toda la verdad sea la que resplandezca.
La verdad de unas actuaciones que por el hecho de ser institucionales
reclaman y exigen la publicidad necesaria que su misma colectividad
presupone.
El momento histórico que a la Obra le toca vivir requiere
que sean oídas todas las campanas. Todas las que, conscientes
de la responsabilidad de su deber, sean capaces de romper
con ataduras y prejuicios. Con la seguridad de que sobre nuestra
carencia de despecho o protagonismo personal será la
propia historia la que aporte su juicio más objetivo.
Se trata de que no hay ninguna clase de hechos que deban
ser escamoteados por quienes dicen trabajar en nombre de Dios,
ya que sólo la posibilidad de mirar de frente y limpiamente
ampara ese estar en posesión de la verdad.
Toda defensa debe ser aclaración. Que nos cuenten,
que nos digan: que nos ofrezcan la evidencia de sus constituciones,
que nos muestren y nos desvelen cómo se aprobaron.
Que nos dejen conocer la verdad de una manera de actuar de
su fundador sin subterfugios ni mitos espectaculares. Que
pueda evidenciarse la verdad de unas consignas y de un sistema
de vida, sin métodos ni palabras equívocas.
Ahogar el mal en la abundancia del bien, como ellos tanto
predican, no creo que sea coherente con el desprestigio a
la persona (a mí en este caso) por el hecho de desmerecer
de un libro (este mío).
No se entiende cómo, cara a Dios, el prestigio humano
sea mayor condición. Como no se entiende que la evidencia
de los hechos, de unos y de otros, sea mayor problema, por
ejemplo, para una causa de canonización. Lo importante
en las personas, como en la historia de las instituciones,
no creo que sea el que "les hagan santos" sino el
que lo "sean". Y ante una "santidad-santidad"
todos los testimonios son válidos, todos.
Si Cristo hubiera buscado su prestigio personal, la redención
no hubiera existido.
El hecho de que en este caso de la Obra sea necesario hablar,
y hablar todavía bastante, quizá sea precisamente
porque los propios que la componen (en sus cargos mayores,
lógicamente) han hablado demasiado, han hablado mucho
y de formas muy contradictorias. Lo cual necesariamente supone:
dejar hablar.
Mi primer contacto con el Opus fue en septiembre de 1943,
yo tenía 17 años, mis padres habían
pensado que para los estudios que iba a iniciar en Madrid
me vendría muy bien estar en una, denominada Residencia
Universitaria, en realidad cazadero particular o COTO, para
tratar de engrosar las filas de la Obra.
Conocí y traté a muchos personajes de la
Obra: E. Alastrue, J. A. Galarra, J. Casciaro, hermanos
de La Concha, V. Mortes Alfonso, M. Botas Cuervo, I. Orbegozo
y un largo etc., etc., que haría esta carta extensísima
caso de pretender citar a todos ellos. Para arrancada de
la presente, sólo me resta decir un dato que a mi
(17 años) me llamó la atención, aquellos
tiempos de racionamiento y cartillas, establecían
en el régimen interno de la Obra -Sección
Residencia de estudiantes- que los que no éramos
del clan, teníamos que llevar nuestras cartillas
de racionamiento, y como los de la Obra no las aportaban,
según me explicó el director de allí,
nosotros como buenos católicos y ejemplares cristianos,
debíamos compartir con ellos... "hasta el pan
de cada día".., frase que por ser de las primeras
que escuché al entrar en la Residencia, se me quedó
grabada para siempre. Esta caridad obligada, era una de
las voluntades que nos imponían nada más entrar
a vivir allí. Buen principio.
A mediados de noviembre del 43, un día me indicó
el director de la residencia que por qué no dejaba
a mi confesor jesuita, para buscar "otro más
cercano, por ejemplo cualquiera que no fuera de dicha orden";
yo le manifesté mi admiración por ellos precisamente
por sus trabajos de misión, y por alguno de ellos
en particular. El director se limitó a contestarme
que "ese jesuita no era sino uno más en la inmensidad
del sacerdocio católico", añadiendo...
"eso es y será, como él hay muchísimos
más"... visión profética del posterior
itinerario de tal jesuita, hasta llegar a donde hoy ha llegado.
Sin comentarios.
Las cosas empezaban a tomar un cariz incómodo que
se iría oscureciendo más y más, a lo
largo de aquel curso. A primeros de diciembre, caí
enfermo con un fuerte ataque de sinusitis. La verdad es
que lo pasé muy mal, la verdad es que fui francamente
bien atendido, volcándose en ello todos los de la
Obra que allí estaban con actos de abnegación
y cariño hacia un estudiante de 17 años, enfermo,
difíciles de olvidar. Mi recuerdo cariñoso
para M. Boyas Cuervo y Rico Gambarte, que me atendieron
y velaron en mis noches de insomnio y dolor, hasta que la
enfermedad hizo crisis y empecé a mejorar, y pude
venir a mi casa de Bilbao, para las vacaciones de Navidad.
Una lástima que después de aquella abnegación
que yo pensé y pienso fue de corazón, fue
después utilizada para intentar forzarme a entrar
en la Obra.
En enero, de regreso del descanso navideño, las
cosas empezaron a ponerse más claras: uno de la Obra
me cogió por su cuenta para... "leerme la cartilla
y explicarme TODO LO QUE YO DEBIA YA A LA OBRA"...
incluyendo en esto las atenciones recibidas por parte de
ellos, cuando yo estuve enfermo. Esta afirmación
me dejó perplejo, hoy sigo pensando que aquello fue
dicho sin consentimiento de los que más directamente
me habían ayudado en mi enfermedad, aunque uno de
ellos, no el más asiduo, fue mi interlocutor. Por
lo tanto ya estamos en el clásico punto que busca
la Obra, para que de forma voluntaria (?), entren algunos
de los muchos que la integran, luego así salen las
cosas, y entre esos 70 000 (?) miembros que tiene por el
mundo, cantidad de ellos se han valido del Opus como trampolín
para sus logros, o como medio de solucionar su porvenir,
de una u otra manera. Creo que esto merece una aclaración
que voy a tratar de que sea lo más contundente posible,
sin meterme en dar ningún nombre concreto, cosa que
podría hacer en una entrevista personal.
Por ejemplo, hay un señor, persona inteligente y
competente, que lleva años y años, opositando
a una cátedra, pero... no vale para opositar; solución:
entra en la Obra y... obtiene la cátedra, pasados
unos años, si tras sucesivos ascensos llega a la
Universidad que él deseaba, sale de la Obra y asunto
concluido. El señor X, ha hecho su carrera bien,
dentro de lo que sabe, pero no encuentra un puesto de trabajo...
solución entra en la Obra, y pasa a ser considerado
como una innegable lumbrera dentro de su puesto... sabe
de todo, habla, dogmatiza, etc., etc... Años después
se le presentan dos alternativas, si sigue en la Obra, seguirá
su ascenso, pero si la abandona, de la noche a la mañana,
pasa a ser... "un ser rencoroso, despechado, que vino
a nosotros como un mendigo, le enseñamos, le preparamos
y luego nos paga de esta manera... claro que era de esperar,
pues nunca pudo vencer en su lucha con el vicio, mientras
estuvo con nosotros se reprimió, pero ahora.., es
un mujeriego, borrachín y persona que no merece ninguna
clase de confianza. . . ", así ocurría,
ocurre y ocurrirá, si no cambian de método,
con todo aquel que disiente o se separa de la Mafia que
constituye a mi modo de ver, el Opus Dei.
Ejemplos de este tipo podría citar muchísimos,
pero debo seguir con mi itinerario dentro del Opus, mejor
dicho dentro de la Residencia del Opus. Desde el citado
mes de enero, me dieron dos meses para que pensase sobre
todo lo que me habían expuesto, llegaron las vacaciones
de Pascua, me reservaron el segundo y definitivo asalto,
después de mi regreso a Madrid. Me citó otra
vez, el mismo señor, con dos acólitos a su
lado, por lo visto ya la cosa necesitaba testigos; me insistió
para que entrase en un... "aspirantazgo provisional,
previo, a mi entrada en el Opus"... se atrevió
a interrogarme, recibiendo las contestaciones oportunas,
sobre la vida de mi familia, sobre la intimidad del hogar
de mis padres, sobre mis amistades, estudios, etc., etc....,
dando una gran importancia al epígrafe de... "¿Cuánto
me daban en mi casa para mis gastos semanales?" Al
negarme a contestarles surgió mi primera sorpresa,
estaban al tanto de todo, porque me leían todas y
cada una de las cartas que yo recibía de mi casa,
"antes de que yo las hubiese leído" incluso
habían escuchado conversaciones telefónicas
mantenidas con mi padre y con mi casa. Aquello desbordó
mi paciencia y los puse de vuelta y media. Manifesté
ante sus asombrados ojos, mi repulsa a su sistema, por lo
menos en lo concerniente a lo que de forma directa o indirecta
había podido ir acoplando en mis meses de Residencia.
Confieso que recibí un profundo desengaño,
acaso aquello me marcó para siempre con una natural
desconfianza para todos y cada uno de los que se escudan
en un sistema, más o menos, religioso, que oculta
la verdad de sus intenciones. Me demostraron palpablemente,
que todos nosotros, los 120 estudiantes estábamos
en sus manos, cercados con un espionaje implacable y eficaz,
para saber todos nuestros pasos. Ante la realidad de los
hechos tuve que recurrir, a partir de aquel día,
a recibir las cartas de casa en las oficinas de la Delegación
de la Empresa que tenían en Madrid. En cuanto a las
conversaciones telefónicas, como entonces era muy
difícil el poner una conferencia, avisé a
mi padre de lo que ocurría y nos pusimos de acuerdo
para intentar averiguar si era cierto TOTALMENTE el escuche
telefónico.
Para averiguar esto, convine con mi padre una cierta frase,
rogándole que a partir del momento en que yo la pronunciase,
se alejara del auricular, pues pensaba dedicar a nuestro
oyente unos "cariñosos epítetos.. . ".
En la primera conferencia llamada que me hizo mi padre,
puse en práctica lo convenido, a partir de la frase...
"seguimos teniendo una primavera muy, muy buena"...
añadí... "eso a pesar de tener que soportar
que un hijo de la grandísima puta nos esté
escuchando todo lo que hablamos...". Desde aquel día,
finales de abril, el director dejó de. saludarme,
y más aún en dos ocasiones estuve a punto
de recibir un par de bofetadas de gentes con las cuales
no había tenido más que un mínimo trato;
me buscaron las vueltas, y me encontraron. Resumen: mientras
la cosa fue de uno con uno, nada pasó, pero un día
fueron dos contra mí, y tengo un mal recuerdo de
un rodillazo en la ingle izquierda... espero que uno de
ellos también tendrá un mal recuerdo del cabezazo
en el estómago que lo tiró al suelo boqueando...
el otro que está corriendo, pero sin cobrar.
Esto dará una idea de los "dulces y caritativos
sistemas de la Obra". Como final de mi estancia allí,
puedo decirles que cuando salí, me pusieron toda
clase de trabas a que sacase mi baúl en un taxi,
tuve que dejarlo allí dos días, y cuando,
por fin, conseguí sacarlo, comprobé que había
sido registrado cuidadosamente, pero no tanto como para
evitar el que yo, que lo tenía previsto, no lo notara...
un determinado trozo de papel, puesto en un sitio impensado...
unas gomas que ataban las cartas de casa, puestas de determinada
forma... dos cabos de lana entre las hojas de un Diario
que yo entonces escribía... etc., etc.
Cuando regresé a mi casa para unas cortas vacaciones,
antes del cursillo de verano, lo primero fue recibir de
mi padre una severa amonestación, "por mis palabras
de carretero, contra una persona, aunque ésta estuviera
escuchando lo que no debía", después
la búsqueda de una pensión que me permitiera
seguir mis estudios en la capital. Como me habían
hablado de las posibles consecuencias de mi enfrentamiento
con la Obra, avisé a mi padre de la campaña
que pensaba había desencadenado con mi actuación...
me quedé cortísimo en todo, aparte de ser
jugador, mujeriego, vicioso, etc., etc., llegaron a decir
que incluso sabían de buena tinta que robaba cuanto
cayese a mi alcance. Tenía entonces 18 años;
dentro de la Residencia, muchos y buenos amigos; por ellos
recibí la confirmación de que todo esto que
me habían dicho no era ni la mitad de la realidad.
Llegó el asunto a oídos de mi padre, estaba
ya avisado, pero así y todo me dijo: "Caramba
con el Opus, han dicho cosas de ti que me están dando
ganas de irme a Madrid y decirle dos palabras a Escrivá",
convencí a mi padre que no merecía la pena,
ya que de siempre he pensado que en esta vida hay que soportar
muchas cosas y sobre todo... No hace daño quien quiere,
sino quien puede... La campaña contra mi duró
bastante tiempo, pero creo que no me quitó ningún
amigo de verdad, si alguno dejó de serlo, es que
no era un verdadero amigo.
Las cosas del Padre; coincidiendo con las primeras conversaciones
de enero, un día entró en mi habitación
uno del Opus y me dijo: "Ponte la mejor ropa, y baja
a recepción, que hay una persona que quiere saludarte."
Llamábamos pomposamente Recepción a una entrada
que daba a la escalera de acceso a los pisos de arriba y
a la sala de estudio. Cumplí lo que me decían,
y bajé para encontrarme con el Padre Escrivá,
meliflua sonrisa, impecable sotana, blanquísimo alzacuello,
manteo irreprochable, todo un número de lo que, a
mi modesto entender, no es un sacerdote humilde. Mentalmente
lo comparé a las raídas sotanas de mis jesuitas
profesores de Indauchu, a las brillantísimas y repasadas
sotanas de otros sacerdotes que conocía, qué
diferencia, con la estampa impecable del Padre. Besé
su mano derecha con todo respeto, y empezó su interrogatorio,
no voy a detallarlo porque seria larguísimo, pero
sí debo destacar su dirección para "tratar
de averiguar" a cuánta gente con título
de nobleza conocía, cada vez que alguno que yo mencionaba,
le sonaba rotundo, inundaba su cara un gesto de complacencia
y bienestar. Una cosa quedó muy grabada para mí
de aquella entrevista; salió el tema jesuitas, hablamos
de ellos, su labor, sus asociaciones de antiguos alumnos,
etc, etc..., y como final me dijo: "La Compañía
de Jesús tuvo una figura destacadísima, el
Duque de Gandía, que llegó a Santo... el Opus
Dei tiene un Santo que algún día será
noble"..., me quedé de piedra sin captar del
todo lo que habla dicho, años después el Boletín
Oficial del Estado me lo explicó, en él se.
establecía la reposición del título
de Marqués de Peralta, en favor de José María
Escrivá de Balaguer. Total que el Padre había
llegado a cumplir su propósito. Esas explicaciones
que pretenden dar los de la Obra, sobre que esto era necesario
para que el hermano del Padre, tuviera el título
de Barón de San Jaime, no me sirven, ni creo servirán
a nadie que tenga dos dedos de frente; si él no hubiera
querido el título que le correspondía (?),
su hermano hubiera podido ser Marqués de Peralta
y Barón de San Jaime, el comentario huelga.
En nuestra entrevista me hizo muchas veces alusión
a su libro Camino, del cual voy a hacer unos brevísimos
comentarios antes de terminar, pero partamos de la base
que el primer lema, el lema básico del Opus Dei en
su inicio, fueron las siglas DYA, Dios y Audacia, según
el punto 11 de Camino la necesitaron Cisneros, Santa Teresa
y San Ignacio... y claro también Escrivá que
ya era Santo y esperaba ser noble. Mi idea de Santa Teresa
y San Ignacio, chocaba con la idea de personas audaces,
hoy sigo opinando igual; no creo que el tesón, la
humildad y la FE, se corroboren con la palabra Audacia.
Sin comentarios.
Sigamos con 'Camino, 10: "No reprendas cuando sientes
la indignación por la falta cometida", y en
contraposición 849: " ¡Hombre! Ponle en
ridículo. Dile que está pasado de moda...
" 998: "¡Bendita perseverancia la del borrico
de noria! Siempre al mismo paso. Siempre las mismas vueltas."
¿Dónde está el ir con la moda que antes
ha predicado? 28: "El matrimonio es para la clase de
tropa y no para el estado mayor de Cristo." "¿Ansia
de hijos? Hijos, muchos hijos...", y mientras el marido
está con sus amigos, la esposa que cargue con sus
sucesivas y reiteradas llegadas de chavales a este Mundo;
esto lo veo en muchos miembros de la Obra que conozco, hasta
el punto que uno de ellos me llegó a decir: "Cuantas
más veces hagas el amor con tu mujer, más
honrarás a Dios"... pues lo siento mucho, pero
no me gusta mezclar la sexualidad con mi idea de DIOS. 44:
"Pon la amable excusa que la caridad cristiana y el
trato social exigen." Ya está tocando el tema
del disimulo, ese disimulo que tanto ha afectado en sus
palpables consecuencias de silenciamiento, de actuación
solapada, de verdades a medias, a María Angustias
Moreno; es el dedo en la haga y yo siempre me hago la misma
pregunta:
¿Por qué los miembros del Opus, nunca dicen
que pertenecen a la Obra? Las razones que aducen no me convencen,
ni pueden convencer a las personas que tengan dos dedos
de pensamientos propios y los ejecutan, claro éstos
no convienen a la Obra.
Para las personas que lean con detenimiento los "elevados
pensamientos de Camino", no dudo verán en él
múltiples contradicciones, para los de la Obra no
tienen más salida que: "Lo dijo el Padre y basta...",
pues para muchos, y yo entre ellos, no basta, ni bastará.
Digo y diré lo mismo que pensaba allá por
el 43, la idea es buena pero la ejecución es humana,
y además mal hecha, además valiéndose
de torcidas repulsas, además esquivando verdades
y tergiversándolas, además.., y así
muchos más ademases de los que son necesarios para
una cosa que se llama la Obra de Dios. Obra de Dios es el
Universo, Obra de Dios es la Tierra, Obra de Dios es Cristo..,
todo lo demás son obras humanas, y como tales sujetas
a duras y lamentables equivocaciones.
Esas palabras empleadas en Camino, 49: "niño
de... correveidile, encizañador, soplón."
50: ... .preguntón, oliscón y ventanero."
53, aquí ya salta el espíritu de la Obra:
"Ese espíritu critico -te concedo que no es
susurración- no debes ejercitarlo con vuestro apostolado,
no con tus hermanos." Ya ha puesto uno de los pilares
básicos del Opus, si hay crítica, ponla ahí,
no señor cómetela con patatas, mientras el
Padre no indique lo contrario. Voy a terminar para no abrumar
con todo lo que de esto puede escribirse.
María Angustias, no desestimes el daño que
puedan y van a hacerte; su humildad les ha llevado a controlar
muchos caminos de la vida, cuando menos te esperes te darán
de palos; pero ten la firme convicción que de tu
parte, y comulgando con tus exposiciones estamos muchos,
que sin ser de la Obra, esperamos algún día
presentarnos ALLÁ y decir Señor pequé,
ten misericordia y piedad de mi. Con humildad, con confianza,
con espíritu de Cristianos...
Mi recomendación es que todos debían de leer
Camino, sabiendo leerlo se explicarían muchas cosas.
Las ostentaciones más improcedentes, las exhibiciones
más ridículas, las labores preparatorias cada
vez que van a fundar una nueva Casa, etc., etc. Medio Bilbao
recuerda, cuando vinieron a fundar la Base de Bilbao; se
pasaron días y días en el café más
céntrico y lujoso de entonces, el León de
Oro de la Gran Vía, con un magnífico cochazo
a la puerta y pidiendo un whisky cada cinco minutos. Así
monta sus shows el Opus. Qué me dicen del que tuvimos
ocasión de ver por T.V.E., sobre las "abiertas"
interpelaciones del Padre, qué bien preparado y todo,
fue una fantasmada de las más gordas que hemos podido
presenciar. Estos montajes nos recuerdan aquellos otros
de la época 39-75, cuando Franco preguntaba a los
"obreros" si estaban contentos con su sueldo y
éste les bastaba, hasta que uno contestó:
"Sí, señor, estoy contento con mi sueldo
y me da para vivir, pero para vivir bien, gracias a una
hermana puta que tengo en las Ramblas, y me manda quince
mil lupercias todos los meses."
(L L. G. G. Vascongadas.)
Alguien con especial significación e importancia, para
poder opinar sobra la Obra, me escribe también como
sigue:
Querida María Angustias:
He vuelto a leer tu libro "El Opus Dei. Anexo a una
historia", en el cual hay mucha más sustancia
de la que puede parecer a la primera lectura, y me considero
en el deber de decirte que suscribo todas tus apreciaciones
sobre el "espíritu" de la Obra, pues he
vivido como tú la mayor parte de las experiencias
que relatas y muchas más; tus juicios acerca de los
que se van y los que se quedan no pueden ser más
certeros, y he llegado también a la conclusión
de que nunca nos van a perdonar que hayamos abandonado el
instituto y, finalmente, que de si algo me arrepiento es
de no haberme ido antes. Pero hay que reconocer, en disculpa
de nuestra tardanza, que era muy difícil salir.
Una vez liberado del trauma que deja la Obra, repito literalmente
contigo: "Yo, por mi parte, puedo seguir asegurando
que no he llegado a echar de menos ninguno de sus cuidados,
de sus charlas, de sus consejos, de sus diálogos,
de sus apostolados, nada. Porque era eso precisamente lo
que costaba y me repelía por contradictorio".
Tu libro tiene un alto valor informativo y, dejando aparte
algunas benévolas interpretaciones tuyas, es a mi
juicio el mejor y más objetivo análisis que
se ha hecho de lo que es el Opus Dei por dentro.
Como sé que estás siendo víctima de
una campaña difamatoria, te escribo estas líneas
por si te sirven de consuelo y como apoyo moral a quien
ha tenido el valor -no pequeño- de dar testimonio
de la verdad.
(A.P.T. Fue secretario General del Opus Dei)
FIN DEL LIBRO
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