LIBRO: EL OPUS DEI - ANEXO
A UNA HISTORIA
AUTORA: María Angustias
Moreno
DICEN QUE SON LIBRES
Que los socios de la Obra viven la libertad, actúan
en libertad, respetan la libertad... Valga como detalle, es
realmente sólo un detalle, la "indicación"
a que todos han sido sometidos, por ejemplo, con respecto
a este libro: de no leerlo, de no mencionar su título,
de sólo alegar "lo malo" que es, si sale
al caso.
A mí me citó una directora de la Obra cuando
se entero que el libro estaba ya en la editorial, para que
lo retirara, alegando la ofensa a Dios que podía suponer,
y pretendiendo problematizar mi conciencia. La conversación
duró hora y media. Pero como yo había meditado
bien el tema, y lo había hecho profundizando y ponderando
todos sus aspectos morales, así se lo expuse; y de
una manera serena y amigable, llegó a confesarme que
de lo que sí estaba segura, porque mc conocía
bien, era de que lo hacía con rectitud de intención
y sin que lo que me moviera fuese el deseo de fama ni el afán
de dinero. A pesar de todo insistió en que debía
retirarlo; le dije que ya había podido ver que la decisión
estaba seriamente tomada y que no se trataba de pensármelo
más. Nos despedimos muy cordialmente, e incluso me
dijo que aunque para el libro no podía desearme éxito,
sí me lo deseaba para todo lo demás en mi vida.
Hasta aquí valdría. Pero no se han quedado
ahí. No ha sido posible admitir un planteamiento que
podía ser hasta ejemplar.
Un numerario del Opus Dei, públicamente muy conocido,
se permitió "informar" a la editorial de
que yo era una histérica, por lo cual mi libro era
impublicable.
Este mismo calificativo lo usó un sacerdote de la
oficina de información que el Opus Dei tiene en Vitruvio
(Madrid), para con un director de una revista nacional, en
visita expresa para tratar el tema.
En "Hora 25" (programa radiofónico de la
cadena SER) tenían un comentario preparado desde Sevilla
sobre la aparición del libro, como novedad literaria.
Alguien en Madrid lo interfirió, y a cambio se dio
un comentario de la biografía de Monseñor Escrivá
escrita por...
La libertad de los suyos sigue consistiendo concretamente
ahora en que, además de las enormes prohibiciones que
ya tenían sobre lecturas, no deben leer, así
se ha consignado para los socios de la Obra, nada, en ningún
periódico, que haga alusión al Opus Dei, sino
únicamente pedir información sobre ello a los
directores de la Obra.
Para el criterio que deben tener, o el valor que deben dar
a mi libro por ejemplo (como a tantas cosas más), se
escribe una nota interna que se lee a todos. Y ésa
es la única libertad en el pensar y en el sentir que
cada uno debe ejercer.
La verdad os hará libres. Pero en la Obra la libertad
como la verdad no es algo personal o que sé impone
por sí misma. La verdad no es la consecuencia de una
libertad ejercida, ni el ejercicio de la libertad es para
ellos un medio de llegar a la verdad. La verdad, como la libertad,
en el Opus, sólo está en la expresiva imagen,
tan prodigada en sus medios de formación, del borrico
de noria, que sólo desea ser borrico, que se deja tapar
los ojos por su amo, y que da vueltas y vueltas allá
donde le ponen. En la Obra verdad y fidelidad es esto y sólo
esto. De donde la libertad no puede ser sino lo mismo.
En uso de una libertad que sólo cabe ejercerla una
vez desvinculada, escribía una numeraria, que lo fue
de la Obra del 56 al 59, a Monseñor Escrivá,
cl día que supo que se había muerto, a modo
de desahogo personal, la siguiente carta:
La noticia de tu muerte no pudo hacerme derramar una lágrima.
Para mí, como para tantos otros, tú habías
muerto ya hace muchos años, cuando salimos de tu
casa a otras tierras, sin que te inmutase nuestra partida,
ni te hiriese nuestro dolor. Padre, jamás te molestaste
en subir a la azotea de tu casa para ver si descubrías
la silueta cansada de alguno de tus hijos alejados de la
casa paterna.
Tú te encontrabas a gusto con los hijos mayores
y fieles que acrecentaban tu hacienda y cuidaban tus ganados.
Tus hijos fieles, los herederos, complacían tus caprichos
y abdicaban de su libertad sacrificando los mejores terneros.
Has sido un "padre" autoritario que cegaste las
sendas de la libertad de tus hijos, quisiste modelarlos
con arreglo a tus inexorables criterios, quisiste tenerlos
servilmente atados a la gleba de tus pensamientos. Taponaste
todas las sendas e intentaste obligarles a transitar por
tu Camino de 999 semáforos.
Padre, ¡qué pobre fue el alimento que nos
diste...! Fue un alimento pobre y monocolor; nos abocabas
a los folletos de tus ideas con tan reiterada monotonía
que producía inapetencia. No nos permitías
ver la vida a través de ningún pensamiento
ajeno al tuyo.
Como todo cultivo intelectual y espiritual nos anclaste
en la aridez de tu amada colección de libros Patmos...
No nos permitías opinar en nada, porque tú
pensabas en todo y por todos tus hijos. Padre, te envanecías
de que tu semilla fuera tan fecunda y no te preocupaban
los hijos "perdidos" y apartados. Tú siempre
con los tuyos, los fieles herederos de todos tus bienes.
Cuando entramos a formar parte de tu familia, íbamos
con la joven ingenuidad de encontrar a Cristo y tú
no nos permitiste nunca el diálogo directo con Él.
Tu figura autoritaria y opaca se interponía siempre
velando la figura que buscábamos. Tú tenias
que ser siempre el inevitable intérprete de su mensaje...
Nosotros, tus hijos pobres, no teníamos capacidad
para entenderle.
Hemos sido unos hijos a los que nunca amaste, hijos que
tenían lacras de hombres entre los hombres, y tú
no podías sentirte orgulloso de nosotros; amábamos
la libertad, la vida, el riesgo, queríamos utilizar
de manera personal nuestro patrimonio y tú querías
una inmensa y unitaria hacienda de talentos y voluntades
rendidas para emplearlos según tu criterio indiscutible.
No podías admitir en tu "selecta familia"
otros estilos menos brillantes que el que tú concebías.
No podías admitir entre los tuyos a los hijos débiles
o enfermos... En tu casa no hubo nunca sitio para los "vencidos",
para los "disidentes"...
Tus hijos amados han sido los que de algún modo
podían dar lustre y blasones a tu familia, aquellos
que aumentaban tu monolítica hacienda de talentos,
voluntades rendidas, poder y gloria. Con ellos celebrabas
los banquetes de tus triunfos, sacrificando los mejores
terneros, brindando por tus ocurrencias y su fidelidad a
la estirpe.
Salimos de tu casa sin nuestro patrimonio y tú no
nos diste ni unas sandalias para el camino. Anduvimos por
tierras inhóspitas arrastrando tu desprecio y el
de nuestros hermanos. Cuando salimos de tu casa borraste
en ella todo recuerdo y toda mella nuestra, impediste que
nuestros "hermanos" nos dedicasen un recuerdo
en sus conversaciones o nos dirigieran el saludo. Hemos
sido hijos proscritos que utilizaste como trofeo. Y sin
embargo tú nos habías llamado a la vida de
tu frondosa familia, fuiste tú el que nos buscaste,
sin mediar la responsabilidad que contraías; hiciste
una cruel selección entre tu inmensa prole desechando
a los enfermos, débiles o poco brillantes... Tu casa,
tu estirpe, tenía que ser selecta, sin manchas ni
lunares, y con tu impronta personal marcando en nuestras
vidas con el fuego de tu autoridad el deber de la abdicación
y preparaste para nuestros cuerpos juveniles duras tablas
en las que dormir, pero tú... dormías en cama
blanda, en ricas ropas y perfumado ambiente.
Nos hablaste de pobreza y en tu casa se vivía en
la opulencia. Allí sólo existía pobreza
de ideas, nacida de tu absorbente modo dc ser y de tu sed
de protagonismo.
Ponderaste la castidad e hiciste de tus fieles corazones
duros, petulantes y orgullosos de su entrega. Padre, es
triste reconocerlo, pero nos has deformado. Tus hijos fieles,
los que te han heredado, quieren saldar su deuda contigo
buscando tu canonización. Has exhibido, tras la noticia
dc tu muerte, tu imagen en estampas y en los medios de difusión.
¡Qué pena cuando te vi en una preparada reunión
en Barcelona! Apareciste ante mí sin dejarme sino
un vacío de ideas y desencanto carismático.
Mostrabas incoherencias, ideas estereotipadas y mecánicas,
afán de protagonismo... ¡Qué pobre,
desnuda y vacía apareció tu imagen ante mí!
Acaso Padre ésta sea tu verdadera dimensión,
pequeña imagen, casi como la estirpe que tú
no amaste.
(E. D. F. Teruel.)
Cuando E. D. F. me envió esta carta no había
tenido más contacto con ella que facilitarle mi dirección,
la cual ella había solicitado a la editorial. Pero
E. D. F. sabía lo que quería, y mi libro le
había resultado lo suficientemente claro como para
comprender que hablábamos idiomas muy semejantes, y
teníamos metas comunes.
Otros dirían al Padre cosas muy distintas. Yo diría
que todas cuentan. Todas son cosas concretas que encierran
el valor inmenso del caso de una persona, siempre y cuando
esta persona pueda hacerlo y lo haga en uso de su personal
y responsable libertad.
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