Gracias a Dios, ¡nos fuimos!
Opus Dei: ¿un CAMINO a ninguna parte?

El Opus Dei: Anexo a una historia
Anexo a una historia
Autora: María Angustias Moreno
Índice
1. Introducción
2. Explicación al título
3. Causas y razones
4. Los que siguen
5. Los que se van
6. Con los que se van
7. Gobierno
8. Ante la Iglesia
9. Filiación al Padre (monseñor Escrivá)
10. Algunas cosas más
11. Fraternidad
12. Secularidad
13. Discreción
14. Unidad
15. Pureza
16. Obediencia
17. Lo pequeño
18. Pobreza
19. Apostolado
20. Alegría
21. Comentario final
22. Apéndice
23. ¿Tuvieron miedo?
24. Tanto tiempo ¿por qué?
25. ¿Cuál es la fuerza que mantiene a tantos?
26. Dicen que son libres
27. A los hechos me remito
FIN DEL LIBRO
 
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LIBRO: EL OPUS DEI - ANEXO A UNA HISTORIA

AUTORA: María Angustias Moreno

¿TUVIERON MIEDO?

La baza del miedo existe, y ha sido siempre una gran baza para muchos objetivos. Miedos psicológicos, miedos morales, miedos físicos, materiales. El miedo indudablemente es un resorte de control. Sin embargo distinto, es distinto a lo que como virtud debemos considerar "temor de Dios". Miedo o temor, en su acepción ordinaria, no es sino cobardía, y en el mejor de los casos desconcierto. En cuanto a virtud, temer a Dios es esencialmente concebir su grandeza, su magnificencia y ser consecuentes con la veneración que esto supone. Nada más lejos de un hijo de Dios que sentirse arredrado, coaccionado por presiones humanas. El tema es largo y cabría seguir adentrándonos en tan interesante tesis, pero creo que sólo este esbozo puede ya servirnos.

En la Obra el miedo ha sido y sigue siendo también una baza importante. Miedo producido por el concepto de aberración que te inculcan que supone desvincularte de ella, bajo su pretendida relación con esa clase de temor, o infidelidad a Dios sea cual sea la causa. Hace poco me recordaban un ejemplo utilizado durante una larga época para con los dubitativos, que consistía en contar el caso de un chico que abandonó la Obra y al día siguiente murió de repente, como significativo castigo de Dios. Miedo como consecuencia de la psicosis moral que queda, dados los conceptos y mentalidad de pecado que dentro te crean. Miedo a las "intervenciones" que en defensa de la Obra monseñor pueda "permitir". Miedo a los insultos y desprestigios con los que habrás de apechar si se atreves a diferir... Miedo al boicot que indudablemente crean - los de dentro cuando no estás a favor de la Obra.

A lo largo de las cartas que, acabo de transcribir, así como de las que seguiré reproduciendo, dicen que he sido "valiente", y en honor a la verdad a mí ha sido a la primera que me ha sorprendido. Y me sorprende, me sigue sorprendiendo, aunque tampoco es que sea para mí ninguna novedad la necesidad de reserva que condiciona a tantos. Muchos son capaces de ofrecerme su solidaridad con el libro de una manera privada (que agradezco de veras) pero "prefieren" que no trascienda; preferencia que respeto profundamente aunque no comparto. Comprendo que son muchas y muy desagradables las presiones morales, sociales, profesionales, e incluso familiares; pero creo mucho más, y entiendo que debe estar muy por encima de todo ello el deber cumplido de un auténtico servicio a la verdad. ¿Valentía?

O más bien aversión a ataduras condicionantes. Es difícil, lo comprendo; son muchos factores. Lo son el cansancio, las ganas de vivir en paz, las secuelas de la "formación" recibida, la falta de confianza de que "molestarse" sirva para algo, etc., etc. Sí, todo esto es verdad, y hay que contar con ello. A pesar de lo cual sentiría, y lo sentiría de veras, que el calificativo de valiente, en mi caso, no sea sino el contraste de lo fácilmente que otros se condicionan.

Y como consecuencia, hay en todo esto una serie de resultados, que afectan a las personas, creo que tremendamente dignos de tener en cuenta. A través de las personas que se han dirigido a mí con ocasión del libro, podría formar como tres grandes grupos: uno, el de los que han estado de diez a quince años, los cuales quedan muy cansados, equilibrados sí, pero bastante disminuidos en su agotamiento y desengaño. Otros, con 25 o 30 años de vida en la Obra, lógicamente mucho más afectados, dificultosamente capaces de desintoxicarse de lo que dentro vivieron. Y un tercer grupo, que estuvieron menos años, tres o cuatro, y salieron hace ya bastantes, mucho más rehechos, con una sorprendente perspectiva, paradójicamente actual y viva a la vez que impresionantemente igual a la de los más recientes. Toda una significativa experiencia, significativa por demostrativa, de la incidencia de la Obra y de la realidad de que es su sistema..., y no las personas, la causa y las consecuencias. Personas, a su vez, felices; encantadas de haber sabido romper con aquello que nos supuso un engaño. Confundidos de que sea en nombre de Dios en nombre de quien se cometan tales atropellos. ¿Rehechos?, unos más y otros menos. Algunos con la fe a jirones por la utilización que de ella han vivido... Grave experiencia, entiendo yo, muy digna de ser tenida en cuenta.

Que deja a su vez una interrelación, qué duda cabe, entre los que hemos compartido semejante experiencia. Hay a quienes en la vida les ha unido la guerra, y hablan de la guerra, y cuentan con la solidaridad o relación que esto implica. Y sin embargo éste es otro gran problema. Los de dentro no quieren la unión de los de fuera. Desdicen de ella, se interfieren; y siguen utilizando la baza del miedo, la amenaza, para que ésta no exista. Evitan, como ya conté en capítulos anteriores del libro, que se sepan las direcciones. Acuden a la "acogida" del que se puede salvar de tal relación para disuadirle. Acusan a los que unen para desunir. Y esto pesa, signe pesando, en el ánimo de los que no quieren problemas, de los que desean que les dejen en paz. Y sirve a la vez para que, "dividiendo", la victoria siga siendo del dominio absoluto de la "unión" de los de dentro.

So pretexto de ayuda a personas que públicamente se han solidarizado con mi libro, los socios de la Obra han decidido prevenir a esas personas sobre escabrosos males a los que yo, dicen ellos, me dedico. a inducir. Se han permitido, como decía, llamarles la atención sobre la necesidad de que se alejen de mí, alegando una "paternal solicitud" que durante años, muchos años, no se habían dignado aportarles bajo ningún tipo de necesidad, puesto que las ignoraban totalmente. Como mc ignoraban a mí. No las han prevenido de la lectura del libro, no, que se han resistido incluso a mencionarlo; porque ya contaban con que lo habían leído; las han prevenido de mi "perversión". A pesar de que estando dentro la opinión que de mí utilizaban era bien distinta, a pesar de que siempre fui bastante bien considerada, y no fueron pocas las clases de facilidades que me ofrecieron para que no "me saliera".

Sr. Director:
"Acabamos de leer el libro titulado "El Opus Dei. Anexo a una historia", del que es autora María Angustias Moreno. Quisiéramos aprovechar la plataforma que nos ofrece su publicación para dejar constancia del aplauso que nos merecen el libro y su autora.

"Aplauso porque, por primera vez -y ya era hora-, una mujer que ha pertenecido al Opus Dei narra con gran sencillez e indudables aciertos de sinceridad los complicados entresijos de esta asociación, su autoritarismo llevado a extremos aniquiladores de la personalidad, su radical integrismo religioso. Admiramos su valentía, porque ha sido capaz de infravalorizar el riesgo que suponía su aportación.

Muchos son los que han sospechado estos rasgos definitorios del Opus Dei al entrar en contacto con alguno de sus miembros, pero ahora pueden constatar su evidencia en mil y un detalles que narra la autora y que nosotros corroboramos con nuestra propia experiencia.

Quizá el mayor mérito del libro es precisamente éste: narrar en primera persona, contar los hechos de su propia vida, sin pretender tan siquiera con ellos elaborar un juicio crítico de valor. Eso queda para el lector, que acaba anonadado ante la realidad de este enorme tinglado y ante un fundador -el padre Escrivá- que exigió fomentar entre los miembros del Opus Dei un verdadero culto idolátrico por su persona.

Es nuestro deseo que aparezcan pronto nuevos libros tan sinceros como éste, que aporten documentación amplia y veraz.

Tenemos constancia de que el libro ha sufrido presiones de diverso tipo, como la de ser retirado de escaparates y boicoteada su distribución.

Firmas:
Ana Maria Calzada Jiménez; Nuria Passola Palmada; M. Luisa Pericot Raurich; Montserrat Codina Francisco; M. Rosa Garrido Adán; Enrique Sopena; Pilar Navarro Rubio; Begoña Escoriaza; M. Jesús Hereza; Alberto Moncada; Isabel de Armas Serra; Soledad Sáez de Tejada; Concha Fagoaga; M. Luisa Vidal; Paloma Saavedra; Eloisa Porras García; Lola Heredia Herrera; Cristina Alcántara Martínez; Mercedes Alegre Villegas; Sol Castillo Jiménez; Rosa Quintana Zaragoza; Nati Paño Asuero; M. Teresa Vázquez Parladé.

(Estas firmas corresponden a ex asociados del Opus Dei de Barcelona, Madrid, Córdoba y Sevilla.)"


¿Qué puede deducirse de semejante actitud?, ¿qué puede pensarse o esperarse de ella sino el intento de destruir psíquica y moralmente a la persona, para eliminar unos obstáculos, que no parece serles fácil lograrlo de otra manera?

En las librerías, a través de los típicos compromisos de favor, se han empleado a fondo para que los libreros no lo pongan en el escaparate, para que no lo vendan, para que lo tachen de "malo". Me contaba una señora de una librería que un simpatizante de la Obra, bien mentalizado, le llegó a decir: "Cochina, ¿qué haces con ese libro en el escaparate?" Dicen de él que es basura, dicen que escribo contra un santo, dicen... dicen de todo; y dirán todo lo que haga falta decir por "el buen nombre de la Obra", caiga quien caiga, pase lo que pase.

A pesar de lo cual hay otros que dicen también, tienen bastante que decir, y dicen cosas muy distintas.


Querida María Angustias:

Aunque no nos conocemos no te será difícil adivinar que leí tu libro. Me siento totalmente de acuerdo contigo y a pesar de que esto no resuelva nada, sólo el haberlo contado ya parece que te deja mejor. Yo desde los 13 años iba por un club de bachilleres, a los 16 pedí la admisión como agregada; ya hace algunos años. Estuve tres años en un ambiente que ahora pienso que no me iba nada. Conocí y vi al "Padre" varias veces en Pamplona y en Barcelona. Estuve trabajando en una obra corporativa de la Obra y salí muy malparada.

Dices que tú no te sientes rencorosa, pero yo sí. Me quitaron lo mejor que tenía que era la buena fe y la confianza en la. amistad y aprendí a ser mal pensada.

Todo lo que dices del "padre" en tu libro es verdad, pero echo en falta sus consabidos "milagritos", sus tertulias con don Alvaro y la Virgen, y las cantidades de veces que se le ha aparecido. Me da risa además que la gente se lo crea como lo más natural; creo que le quieren dar una importancia y un privilegio que es ridículo.

De las faltas de educación, de urbanidad elemental de las chicas, de ese creerse en el mundo pero flotando en él, de su uniformidad (ese algo) en el vestir.., yo llenaría otro libro. Para mí todo eso ha sido un trauma que no se me va de la memoria. Después de unos años me casé con un chico estupendo y me dice que le doy demasiada importancia. Puede que tenga razón; pero es que no concibo que esta gente piense que se está santificando cuando por detrás te están causando tanto daño.

La fraternidad existe sólo mientras pienses y actúes como ellos quieren. La amistad que me unía a la numeraria que me "pescó" quedó súbitamente cortada desde el día que me hice de la Obra, por lo que está claro que no era amistad, sino interés. Para poderme retener a toda costa, cuando empecé a plantear dudas, me hacían ir a las diez de la noche a la casa de la delegación, a llevar una carta (siempre urgente) y allí me sometían a un largo interrogatorio y sermoneo, por lo que llegaba a mi casa a las 11 de la noche con la normal preocupación de mis padres, pues yo tenía 17 años. Por supuesto después de cenar corriendo me tenía que poner a estudiar, muerta de sueño; no sé cómo aprobaba. Me inventé decirles que tenía novio, para que me dejaran en paz; así ya el fracaso era mío y a ellas no les importaba. Los lavados de cerebro, sin poder pensar nada más que lo que ellos te dicen (que no quiere decir que lo que te digan sea malo) es algo que sólo se parece a las tropas hitlerianas. En la mortificación parece que viven en la Edad Media. Sobre discreción hay cosas que son secreto absoluto; y otras sin embargo, especialmente cuando se trata de alguien que va a pedir la admisión, se comenta todo. La unidad tiene que ser sin variedad. Y la pobreza sí que es un puro camelo; las casas son fastuosas y muy por encima de la clase media, con sirvientas al por mayor, como si hoy día no fuera un verdadero lujo tener sólo una asistenta.

Una vez oí un comentario de una numeraria que decía: "Encuéntrame una sirvienta rápido, si es necesario pagarle como a un ingeniero lo haré"; en aquella casa vivían 9 numerarias. Yo no me considero pobre, mi marido gana un buen sueldo, y no puedo pagar una sirvienta; también a la hora de vestirme sé que hay modelitos muy monos y muy caros, prohibitivos para mí. Yo tenía que escribir, para la Obra, cada año los bienes que tenía y a quién los dejaría en caso de muerte. Las tres veces que me forzaron a hacerlo sentí la impresión de tener a un buitre encima mío. Aunque me faltaban muchos años para hacer la fidelidad, momento en el que se hace el testamento, espero no tener problemas cuando se mueran mis padres. Hay que tener muchas amigas, pero para pasarlas a la numeraria de turno con "santo desprendimiento". Hay que dar la impresión de que se tiene mucho trabajo, además de la cantidad de normas espirituales, para que no te den tiempo a pensar en nada. El "padre" decía que "en casa no había nunca ni un billar porque había que trabajar"; pero a la vez se cuenta que en las casas de la Obra que se hacía labor con chicos jóvenes, se les hacía cambiar los, muebles de sitio para luego volver a colocarlos igual como medio de no perder el tiempo. ¡El afán de significarse con Torreciudad es algo grande! Aparte del título de marqués, cuando cualquier español que quiera buscar tiene algo de sangre azul, y a ninguno se nos sube a la cabeza. Decía monseñor Escrivá que siempre ha ido a contrapelo, cuando todos le adoraban y nadie le llevaba la contraria. ¡Menos mal que iba a contrapelo, si no no sé qué hubiera pasado...!

Después de dejar de pertenecer a la Obra fui a una escuela hogar a matricularme de cocina, simplemente porque me apetecía. No hubo matrícula para mí. Y luego me enteré de que había habido una orden para que no me aceptaran porque yo era "ex". Debe ser que esos 100 que interesan 100 yo soy el 101.

Cuando me echaron del trabajo, alegando motivos que sólo son fallos ordinarios, yo quise ir a Magistratura; pero supimos que el juez era de la Obra, y desistí.

Cuando supieron que hablaba mal de ellos, porque conocía a mucha gente de empresa, me llamaron, me llenaron de sonrisas, y me ofrecieron un cheque en blanco, y "ahora a ver si hablas bien de nosotros". Nunca me he sentido peor. Es mi pequeña historia.

Sé que tu libro habrá abierto los ojos a mucha gente, pero los que tuvimos que pasar tanto, al menos yo, nos sentimos comprendidos. Mi situación con respecto a mi familia hace que no pueda olvidarme fácilmente de semejante "tinglado". Algunos tienen la píldora tan dorada que no pueden dudar, porque a lo más mínimo ya les parece que pierden la fe; conociendo el sistema lo encuentro disculpable.

Yo, soy feliz, estoy encantada con mi marido y mis dos hijos, con problemas diarios, me siento feliz y sobre todo NORMAL.

Desearía que te sintieras totalmente liberada y convencida del paso que diste.
(M. de M. Barcelona..)


Querida M. Angustias:
He pensado si debía o no escribirte después de haber leído tu libro. Y me he decidido por creer que lo más grave de nuestra época es un casi inconsciente pacto con la mentira que es debilidad, duda, cobardía y pereza, Por otro lado no creo que la verdad sea evidente ni fácil. Sí creo que es un conjunto añadido cada día con esfuerzo, con humildad, con fidelidad y con valor. Son ésas, me parecen, las cualidades que aprecio a lo largo de tus páginas.

No hay en la Obra acontecimientos ni cosas espectaculares, pero sí ese sutil espíritu que cambia todo el sentido y que defrauda a quien ha confiado en su inequívoca transparencia.

Conocí la Obra a través de alguien que más tarde ha sido su víctima. De momento me pareció oportuna, discreta, profunda, y capaz de ayudar a la búsqueda de una meta exigente.

He sido supernumeraria 4 años, y aunque no me haya dado cuenta de todas las contradicciones me ha resultado imposible compaginar mi vida de familia. y mi ayuda a la Obra, porque cada día se volvía ésta más absorbente, y al no cumplir, como era mi caso, muchas veces, se me quedaba una noción de culpa que me complicaba muchísimo. La he dejado, pero me acuerdo todavía de unas cuantas cosas que me chocaban; por ejemplo: que me hayan pedido que mi padre, a quien ni conocían ni siquiera de vista, firmara un papel para respaldar un préstamo para ayuda dc casas de la Obra. Otro recuerdo que tengo, y éste ya es triste para mí, es el de que, después de estar ya unos años alejada de la Obra, me invitaron a que fuera a una tertulia con el "padre"; no le había visto nunca y me había parecido siempre un poco pueril y ridículo el afán de cariño al "padre" que notaba, impuesto, y, para mí, sin justificación en una asociación que se pretendía tan discreta y de gran madurez cultural y social. En esa tertulia me chocó profundamente ver a una chica que yo conocía, que había sacado una cátedra estupenda en Física (había incluso llegado a trabajar con Fereni en Roma) hacer las preguntas más infantiles, más absurdas para su nivel cultural. Y me he enterado que había abandonado su trabajo profesional y que se dedicaba en ese momento a la administración de una casa de niñas.

Después vino el contacto con personas a las que la Obra habla hecho un daño tremendo, y poco a poco he podido detectar sus tremendas contradicciones. De ninguna manera había llegado a suponer toda la inflexible y exagerada personalidad del fundador y el conjunto de actuaciones que alrededor suyo se iban practicando hasta un punto que resulta difícil creerlo si no se hubiera vivido, o si no te llegan casos concretos e indudables.

La petición de un título para monseñor y la postura ante los que salían (me acuerdo de haber nombrado a una persona que yo no sabía que se había marchado de la Obra, y me recomendaron que no volviera a hablar de ella porque "ya no era de la Obra"), de todo esto me asombraba sin entender... Pero no era fácil verlo de una manera desapasionada, equilibrada y justa. Hacía falta un testimonio sincero, libre de amargura y claramente empeñado en seguir buscando lo que una busca al entrar en la Obra: ¡la verdad! Y eso queda plasmado en tu libro, con todas las dificultades de transmitir un ambiente y una deformación cuidadosamente informada; me parece que tu publicación es de la mayor importancia y actualidad.

Valoro profundamente tu honestidad, tu fidelidad a un Dios a quien no has renunciado.

Espero y deseo que así como no han logrado manipular tu entrega, no lleguen a manipular tu denuncia.

(M. de A. C. Lisboa.)


Querida M. Angustias:

No quiero dejar pasar más tiempo sin ponerme en contacto contigo para darte la enhorabuena por tu libro. Me ha gustado mucho, tiene toda la fuerza de la verdad en unos hechos, de unas realidades, vividas en la propia carne. Podemos captar toda su profundidad aquellas personas que lo hemos vívido.

Yo también he dejado la Obra. He salido cansada, terriblemente agotada y con un solo deseo: olvidar lo que ha sido para mí un gran fracaso. De todas formas pienso que cuando se vive cara a Dios y se actúa con intención recta, nuestra vida tiene un valor, aunque no hayamos conseguido ver hecho realidad aquel ideal que nos habíamos forjado. Quiero olvidar el Opus, y todo lo que tenga que ver con él en favor o en contra.

Respecto al libro insisto que admiro tu fuerza de voluntad y constancia para escribirlo, yo, sencillamente, no la tengo. Las circunstancias personales también son distintas, y no es lo mismo rehacer la vida a los 30 que a los 50 años.

Al fin tengo un trabajo fijo, a mi edad no era fácil. En Barcelona el nivel de vida es muy alto y los sueldos, al menos el mío, está aún debajo de las posibilidades de mantener un piso, me hubiera gustado más vivir sola pero de momento no puedo, vivo con una de mis hermanas que desde el primer momento me ha acogido con cariño y comprensión. No te niego que la realidad es dura, pero no me quejo: sabía que había que comenzar desde cero. No estoy amargada ni arrepentida del paso que di, si. algo lamento es no haber tenido valor para hacerlo antes. Estoy serena, tranquila, ahora al menos mi vida es real, auténtica, soy yo la que la vivo, el aire es vital.

Si algo necesitas de mí no dudes un momento, ya sabes dónde me tienes.

(M. T. A. Barcelona)


Otra carta empieza con la siguiente frase, bien significativa:


"Tu falta de salud es la prueba de que no tienes vocación." Así fue, con esta frase, oída en Molinoviejo hace 26 años (llevaba tres años en la Obra) como tuve que abandonarla. El exceso de trabajo me tenía destrozada, pero antes se me mandó a Sevilla, de donde yo era y en donde yo conocía a mucha gente, a pedir dinero para la casa de Roma que entonces estaba en construcción... Desde entonces ha llovido mucho, era el año 1954.

Tú, M. Angustias, has conocido el Opus Dei por dentro, yo, habiendo estado en él como numeraria, lo he tenido que conocer por fuera.

Llevo años preguntándome cómo es posible que nadie sintiera lo que yo: pena, sí, mucha pena, inmensa pena, por esa gran Obra de Dios, que de Dios no lleva más que el nombre. Porque Dios está en las almas, y éstas, en el Opus Dei, se valoran por el peso igual que el oro.

En el Evangelio vemos cómo el Buen Pastor deja las 99 ovejas y va en busca de la que se ha perdido. En el Opus (Dei) pasa lo contrario: se echa fuera a la que está exprimida y se la deja sola...; ha sido convenientemente preparada para no ser devorada por los lobos, pero las largas y frías noches acaban por helarla. Te acuerdas entonces del catecismo que allí estudiaste en el que creo recordar que se decía que deben los socios preocuparse de las almas que han pertenecido al instituto, pero vas comprobando que es mentira, que es en ellas especial mente en las que se ensañan...

Por eso, cuando supe de la muerte del "padre" lo perdoné y le pedí a Dios que tuviera misericordia de él. Siempre me ha dado miedo la frase de San Pablo de "el que no tuviera caridad no será salvo".

Has sido valiente al escribir tu libro, quiero con esta carta contribuir a la veracidad de lo que en él se dice, y ten por seguro que recibirás tu premio en la otra vida; aquí no lo creo, porque decir la verdad es duro, sobre todo para quienes no quieren escucharla.

Te puedo asegurar que en 26 años que hace que salí no he tenido el gusto de recibir ni una llamada para un retiro ni acto religioso alguno; les pedí un favor hace unos años y no me lo hicieron; murió mi madre y no me recordaron... ella sí que supo dejarme un recuerdo de santidad vivida y de fe y caridad cristiana,

Los años lo borran todo, pero el impacto que dejó en mi el "Opus Pater" no lo podrá borrar más que la muerte.

(A. V. Sevilla..)

Una mujer tremendamente simpática, alegre, sociable; así es A. V., pero de una delicada sensibilidad también, por eso expresa tan sutilmente la desilusión que supone ver que en nombre de Dios se actúa como se hace en la Obra.


Querida M. Angustias:

Cuando preparaba mis libros y efectos personales para marcharme a pasar estos días a un minúsculo pueblecito de la sierra del Maestrazgo llegó tu carta, contestación a la solicitud que yo hice a la editorial del libro.

Me alegro porque, aun después de 18 años que llevo fuera de la Obra, siento no sé qué tipo de afinidades con las personas que han pertenecido a ella. Y desde luego mi dolor fue tan intenso al salir que quiero evitar en lo posible que otras sufran estérilmente lo que yo sufrí y pasen los peligros que yo pasé. ¿Sufran estérilmente? No; no es acertado, no hay dolor estéril, ha sido solamente un dolor innecesario.

Yo salí de la Obra el día 28 de mayo de 1959. Tengo ahora 47 años. Los tres primeros fueron muy dolorosos y desconcertantes para mí.

En lo fundamental (detalles aparte) mi experiencia es la misma que la que tú describes en tu libro. Sin embargo hay que hacer algunas matizaciones; yo no ocupé nunca puestos de responsabilidad, no conocí a Escrivá y no salí por voluntad propia: a mí me echaron. Es justo reconocer, porque es cierto, que mi estilo personal de ruda muchacha campesina, sin medios económicos y llegada a la Universidad a fuerza de tesón no era precisamente un adorno del que la Obra pudiera enorgullecerse.

Es posible que mi ingenuo (por entonces) y paleto (siempre) estilo de vida, acostumbrada a la llaneza, a la sencillez y claridad, a la pobreza, me hubieran hecho salir algún día por mi cuenta si no se hubiesen adelantado los dirigentes de la Obra a echarme. No les reprocho que me echasen. Reprocho sí y enérgicamente, el modo de hacerlo y la hipocresía con que obraron. Amé a la Obra como no he vuelto a amar otra cosa en la vida. Es posible que no todo en mi amor a la Obra fuese desinteresado, acaso amaba inconscientemente la seguridad que parecía brindar, y el brillo de sus bienes materiales. Pero. por encima y por debajo de todo ello yo había ido allí fundamentalmente a buscar a Cristo; y con todas las limitaciones propias de todo ser humano, busqué la coherencia y busqué con empeño encontrarlo. Creí, como otras muchas, que aquél era el único camino posible; y un día me vi deshecha de él sin ninguna explicación.

Yo estuve pocos años, pedí la admisión en diciembre del 56, con la carrera recién terminada.

Yo también preparé notas para publicar un libro sobre mi experiencia, con el fin de dejar las cosas en su sitio. Tengo muchas cuartillas llenas, aunque no en redacción definitiva. Cuando tú aún estabas en la Obra yo ya trabajaba en mis ratos libres en estas notas. Un poco por comodidad, y otro poco por las dificultades de aquellos años en publicarlo, las notas han dormido en el olvido hasta que me sacudió el impacto de la muerte de Escrivá; entonces volví a la tarea, pero mis ocupaciones profesionales y un incomprensible pudor me empujaron a dejarlo de nuevo, hasta que de modo casual me encontré con tu libro. Entonces me sentí de nuevo empujada a proseguir, pero a la vez pienso que ya no es necesario ya que sustancialmente es la misma experiencia.

Te envío algo de lo escrito.

(E. D. F. Teruel.)

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