LIBRO: EL OPUS DEI - ANEXO
A UNA HISTORIA
AUTORA: María Angustias
Moreno
¿TUVIERON MIEDO?
La baza del miedo existe, y ha sido siempre una gran baza
para muchos objetivos. Miedos psicológicos, miedos
morales, miedos físicos, materiales. El miedo indudablemente
es un resorte de control. Sin embargo distinto, es distinto
a lo que como virtud debemos considerar "temor de Dios".
Miedo o temor, en su acepción ordinaria, no es sino
cobardía, y en el mejor de los casos desconcierto.
En cuanto a virtud, temer a Dios es esencialmente concebir
su grandeza, su magnificencia y ser consecuentes con la veneración
que esto supone. Nada más lejos de un hijo de Dios
que sentirse arredrado, coaccionado por presiones humanas.
El tema es largo y cabría seguir adentrándonos
en tan interesante tesis, pero creo que sólo este esbozo
puede ya servirnos.
En la Obra el miedo ha sido y sigue siendo también
una baza importante. Miedo producido por el concepto de aberración
que te inculcan que supone desvincularte de ella, bajo su
pretendida relación con esa clase de temor, o infidelidad
a Dios sea cual sea la causa. Hace poco me recordaban un ejemplo
utilizado durante una larga época para con los dubitativos,
que consistía en contar el caso de un chico que abandonó
la Obra y al día siguiente murió de repente,
como significativo castigo de Dios. Miedo como consecuencia
de la psicosis moral que queda, dados los conceptos y mentalidad
de pecado que dentro te crean. Miedo a las "intervenciones"
que en defensa de la Obra monseñor pueda "permitir".
Miedo a los insultos y desprestigios con los que habrás
de apechar si se atreves a diferir... Miedo al boicot que
indudablemente crean - los de dentro cuando no estás
a favor de la Obra.
A lo largo de las cartas que, acabo de transcribir, así
como de las que seguiré reproduciendo, dicen que he
sido "valiente", y en honor a la verdad a mí
ha sido a la primera que me ha sorprendido. Y me sorprende,
me sigue sorprendiendo, aunque tampoco es que sea para mí
ninguna novedad la necesidad de reserva que condiciona a tantos.
Muchos son capaces de ofrecerme su solidaridad con el libro
de una manera privada (que agradezco de veras) pero "prefieren"
que no trascienda; preferencia que respeto profundamente aunque
no comparto. Comprendo que son muchas y muy desagradables
las presiones morales, sociales, profesionales, e incluso
familiares; pero creo mucho más, y entiendo que debe
estar muy por encima de todo ello el deber cumplido de un
auténtico servicio a la verdad. ¿Valentía?
O más bien aversión a ataduras condicionantes.
Es difícil, lo comprendo; son muchos factores. Lo son
el cansancio, las ganas de vivir en paz, las secuelas de la
"formación" recibida, la falta de confianza
de que "molestarse" sirva para algo, etc., etc.
Sí, todo esto es verdad, y hay que contar con ello.
A pesar de lo cual sentiría, y lo sentiría de
veras, que el calificativo de valiente, en mi caso, no sea
sino el contraste de lo fácilmente que otros se condicionan.
Y como consecuencia, hay en todo esto una serie de resultados,
que afectan a las personas, creo que tremendamente dignos
de tener en cuenta. A través de las personas que se
han dirigido a mí con ocasión del libro, podría
formar como tres grandes grupos: uno, el de los que han estado
de diez a quince años, los cuales quedan muy cansados,
equilibrados sí, pero bastante disminuidos en su agotamiento
y desengaño. Otros, con 25 o 30 años de vida
en la Obra, lógicamente mucho más afectados,
dificultosamente capaces de desintoxicarse de lo que dentro
vivieron. Y un tercer grupo, que estuvieron menos años,
tres o cuatro, y salieron hace ya bastantes, mucho más
rehechos, con una sorprendente perspectiva, paradójicamente
actual y viva a la vez que impresionantemente igual a la de
los más recientes. Toda una significativa experiencia,
significativa por demostrativa, de la incidencia de la Obra
y de la realidad de que es su sistema..., y no las personas,
la causa y las consecuencias. Personas, a su vez, felices;
encantadas de haber sabido romper con aquello que nos supuso
un engaño. Confundidos de que sea en nombre de Dios
en nombre de quien se cometan tales atropellos. ¿Rehechos?,
unos más y otros menos. Algunos con la fe a jirones
por la utilización que de ella han vivido... Grave
experiencia, entiendo yo, muy digna de ser tenida en cuenta.
Que deja a su vez una interrelación, qué duda
cabe, entre los que hemos compartido semejante experiencia.
Hay a quienes en la vida les ha unido la guerra, y hablan
de la guerra, y cuentan con la solidaridad o relación
que esto implica. Y sin embargo éste es otro gran problema.
Los de dentro no quieren la unión de los de fuera.
Desdicen de ella, se interfieren; y siguen utilizando la baza
del miedo, la amenaza, para que ésta no exista. Evitan,
como ya conté en capítulos anteriores del libro,
que se sepan las direcciones. Acuden a la "acogida"
del que se puede salvar de tal relación para disuadirle.
Acusan a los que unen para desunir. Y esto pesa, signe pesando,
en el ánimo de los que no quieren problemas, de los
que desean que les dejen en paz. Y sirve a la vez para que,
"dividiendo", la victoria siga siendo del dominio
absoluto de la "unión" de los de dentro.
So pretexto de ayuda a personas que públicamente se
han solidarizado con mi libro, los socios de la Obra han decidido
prevenir a esas personas sobre escabrosos males a los que
yo, dicen ellos, me dedico. a inducir. Se han permitido, como
decía, llamarles la atención sobre la necesidad
de que se alejen de mí, alegando una "paternal
solicitud" que durante años, muchos años,
no se habían dignado aportarles bajo ningún
tipo de necesidad, puesto que las ignoraban totalmente. Como
mc ignoraban a mí. No las han prevenido de la lectura
del libro, no, que se han resistido incluso a mencionarlo;
porque ya contaban con que lo habían leído;
las han prevenido de mi "perversión". A pesar
de que estando dentro la opinión que de mí utilizaban
era bien distinta, a pesar de que siempre fui bastante bien
considerada, y no fueron pocas las clases de facilidades que
me ofrecieron para que no "me saliera".
Sr. Director:
"Acabamos de leer el libro titulado "El Opus Dei.
Anexo a una historia", del que es autora María
Angustias Moreno. Quisiéramos aprovechar la plataforma
que nos ofrece su publicación para dejar constancia
del aplauso que nos merecen el libro y su autora.
"Aplauso porque, por primera vez -y ya era hora-,
una mujer que ha pertenecido al Opus Dei narra con gran
sencillez e indudables aciertos de sinceridad los complicados
entresijos de esta asociación, su autoritarismo llevado
a extremos aniquiladores de la personalidad, su radical
integrismo religioso. Admiramos su valentía, porque
ha sido capaz de infravalorizar el riesgo que suponía
su aportación.
Muchos son los que han sospechado estos rasgos definitorios
del Opus Dei al entrar en contacto con alguno de sus miembros,
pero ahora pueden constatar su evidencia en mil y un detalles
que narra la autora y que nosotros corroboramos con nuestra
propia experiencia.
Quizá el mayor mérito del libro es precisamente
éste: narrar en primera persona, contar los hechos
de su propia vida, sin pretender tan siquiera con ellos
elaborar un juicio crítico de valor. Eso queda para
el lector, que acaba anonadado ante la realidad de este
enorme tinglado y ante un fundador -el padre Escrivá-
que exigió fomentar entre los miembros del Opus Dei
un verdadero culto idolátrico por su persona.
Es nuestro deseo que aparezcan pronto nuevos libros tan
sinceros como éste, que aporten documentación
amplia y veraz.
Tenemos constancia de que el libro ha sufrido presiones
de diverso tipo, como la de ser retirado de escaparates
y boicoteada su distribución.
Firmas:
Ana Maria Calzada Jiménez; Nuria Passola Palmada;
M. Luisa Pericot Raurich; Montserrat Codina Francisco; M.
Rosa Garrido Adán; Enrique Sopena; Pilar Navarro
Rubio; Begoña Escoriaza; M. Jesús Hereza;
Alberto Moncada; Isabel de Armas Serra; Soledad Sáez
de Tejada; Concha Fagoaga; M. Luisa Vidal; Paloma Saavedra;
Eloisa Porras García; Lola Heredia Herrera; Cristina
Alcántara Martínez; Mercedes Alegre Villegas;
Sol Castillo Jiménez; Rosa Quintana Zaragoza; Nati
Paño Asuero; M. Teresa Vázquez Parladé.
(Estas firmas corresponden a ex asociados del Opus Dei
de Barcelona, Madrid, Córdoba y Sevilla.)"
¿Qué puede deducirse de semejante actitud?,
¿qué puede pensarse o esperarse de ella sino
el intento de destruir psíquica y moralmente a la persona,
para eliminar unos obstáculos, que no parece serles
fácil lograrlo de otra manera?
En las librerías, a través de los típicos
compromisos de favor, se han empleado a fondo para que los
libreros no lo pongan en el escaparate, para que no lo vendan,
para que lo tachen de "malo". Me contaba una señora
de una librería que un simpatizante de la Obra, bien
mentalizado, le llegó a decir: "Cochina, ¿qué
haces con ese libro en el escaparate?" Dicen de él
que es basura, dicen que escribo contra un santo, dicen...
dicen de todo; y dirán todo lo que haga falta decir
por "el buen nombre de la Obra", caiga quien caiga,
pase lo que pase.
A pesar de lo cual hay otros que dicen también, tienen
bastante que decir, y dicen cosas muy distintas.
Querida María Angustias:
Aunque no nos conocemos no te será difícil
adivinar que leí tu libro. Me siento totalmente de
acuerdo contigo y a pesar de que esto no resuelva nada,
sólo el haberlo contado ya parece que te deja mejor.
Yo desde los 13 años iba por un club de bachilleres,
a los 16 pedí la admisión como agregada; ya
hace algunos años. Estuve tres años en un
ambiente que ahora pienso que no me iba nada. Conocí
y vi al "Padre" varias veces en Pamplona y en
Barcelona. Estuve trabajando en una obra corporativa de
la Obra y salí muy malparada.
Dices que tú no te sientes rencorosa, pero yo sí.
Me quitaron lo mejor que tenía que era la buena fe
y la confianza en la. amistad y aprendí a ser mal
pensada.
Todo lo que dices del "padre" en tu libro es
verdad, pero echo en falta sus consabidos "milagritos",
sus tertulias con don Alvaro y la Virgen, y las cantidades
de veces que se le ha aparecido. Me da risa además
que la gente se lo crea como lo más natural; creo
que le quieren dar una importancia y un privilegio que es
ridículo.
De las faltas de educación, de urbanidad elemental
de las chicas, de ese creerse en el mundo pero flotando
en él, de su uniformidad (ese algo) en el vestir..,
yo llenaría otro libro. Para mí todo eso ha
sido un trauma que no se me va de la memoria. Después
de unos años me casé con un chico estupendo
y me dice que le doy demasiada importancia. Puede que tenga
razón; pero es que no concibo que esta gente piense
que se está santificando cuando por detrás
te están causando tanto daño.
La fraternidad existe sólo mientras pienses y actúes
como ellos quieren. La amistad que me unía a la numeraria
que me "pescó" quedó súbitamente
cortada desde el día que me hice de la Obra, por
lo que está claro que no era amistad, sino interés.
Para poderme retener a toda costa, cuando empecé
a plantear dudas, me hacían ir a las diez de la noche
a la casa de la delegación, a llevar una carta (siempre
urgente) y allí me sometían a un largo interrogatorio
y sermoneo, por lo que llegaba a mi casa a las 11 de la
noche con la normal preocupación de mis padres, pues
yo tenía 17 años. Por supuesto después
de cenar corriendo me tenía que poner a estudiar,
muerta de sueño; no sé cómo aprobaba.
Me inventé decirles que tenía novio, para
que me dejaran en paz; así ya el fracaso era mío
y a ellas no les importaba. Los lavados de cerebro, sin
poder pensar nada más que lo que ellos te dicen (que
no quiere decir que lo que te digan sea malo) es algo que
sólo se parece a las tropas hitlerianas. En la mortificación
parece que viven en la Edad Media. Sobre discreción
hay cosas que son secreto absoluto; y otras sin embargo,
especialmente cuando se trata de alguien que va a pedir
la admisión, se comenta todo. La unidad tiene que
ser sin variedad. Y la pobreza sí que es un puro
camelo; las casas son fastuosas y muy por encima de la clase
media, con sirvientas al por mayor, como si hoy día
no fuera un verdadero lujo tener sólo una asistenta.
Una vez oí un comentario de una numeraria que decía:
"Encuéntrame una sirvienta rápido, si
es necesario pagarle como a un ingeniero lo haré";
en aquella casa vivían 9 numerarias. Yo no me considero
pobre, mi marido gana un buen sueldo, y no puedo pagar una
sirvienta; también a la hora de vestirme sé
que hay modelitos muy monos y muy caros, prohibitivos para
mí. Yo tenía que escribir, para la Obra, cada
año los bienes que tenía y a quién
los dejaría en caso de muerte. Las tres veces que
me forzaron a hacerlo sentí la impresión de
tener a un buitre encima mío. Aunque me faltaban
muchos años para hacer la fidelidad, momento en el
que se hace el testamento, espero no tener problemas cuando
se mueran mis padres. Hay que tener muchas amigas, pero
para pasarlas a la numeraria de turno con "santo desprendimiento".
Hay que dar la impresión de que se tiene mucho trabajo,
además de la cantidad de normas espirituales, para
que no te den tiempo a pensar en nada. El "padre"
decía que "en casa no había nunca ni
un billar porque había que trabajar"; pero a
la vez se cuenta que en las casas de la Obra que se hacía
labor con chicos jóvenes, se les hacía cambiar
los, muebles de sitio para luego volver a colocarlos igual
como medio de no perder el tiempo. ¡El afán
de significarse con Torreciudad es algo grande! Aparte del
título de marqués, cuando cualquier español
que quiera buscar tiene algo de sangre azul, y a ninguno
se nos sube a la cabeza. Decía monseñor Escrivá
que siempre ha ido a contrapelo, cuando todos le adoraban
y nadie le llevaba la contraria. ¡Menos mal que iba
a contrapelo, si no no sé qué hubiera pasado...!
Después de dejar de pertenecer a la Obra fui a una
escuela hogar a matricularme de cocina, simplemente porque
me apetecía. No hubo matrícula para mí.
Y luego me enteré de que había habido una
orden para que no me aceptaran porque yo era "ex".
Debe ser que esos 100 que interesan 100 yo soy el 101.
Cuando me echaron del trabajo, alegando motivos que sólo
son fallos ordinarios, yo quise ir a Magistratura; pero
supimos que el juez era de la Obra, y desistí.
Cuando supieron que hablaba mal de ellos, porque conocía
a mucha gente de empresa, me llamaron, me llenaron de sonrisas,
y me ofrecieron un cheque en blanco, y "ahora a ver
si hablas bien de nosotros". Nunca me he sentido peor.
Es mi pequeña historia.
Sé que tu libro habrá abierto los ojos a
mucha gente, pero los que tuvimos que pasar tanto, al menos
yo, nos sentimos comprendidos. Mi situación con respecto
a mi familia hace que no pueda olvidarme fácilmente
de semejante "tinglado". Algunos tienen la píldora
tan dorada que no pueden dudar, porque a lo más mínimo
ya les parece que pierden la fe; conociendo el sistema lo
encuentro disculpable.
Yo, soy feliz, estoy encantada con mi marido y mis dos
hijos, con problemas diarios, me siento feliz y sobre todo
NORMAL.
Desearía que te sintieras totalmente liberada y
convencida del paso que diste.
(M. de M. Barcelona..)
Querida M. Angustias:
He pensado si debía o no escribirte después
de haber leído tu libro. Y me he decidido por creer
que lo más grave de nuestra época es un casi
inconsciente pacto con la mentira que es debilidad, duda,
cobardía y pereza, Por otro lado no creo que la verdad
sea evidente ni fácil. Sí creo que es un conjunto
añadido cada día con esfuerzo, con humildad,
con fidelidad y con valor. Son ésas, me parecen,
las cualidades que aprecio a lo largo de tus páginas.
No hay en la Obra acontecimientos ni cosas espectaculares,
pero sí ese sutil espíritu que cambia todo
el sentido y que defrauda a quien ha confiado en su inequívoca
transparencia.
Conocí la Obra a través de alguien que más
tarde ha sido su víctima. De momento me pareció
oportuna, discreta, profunda, y capaz de ayudar a la búsqueda
de una meta exigente.
He sido supernumeraria 4 años, y aunque no me haya
dado cuenta de todas las contradicciones me ha resultado
imposible compaginar mi vida de familia. y mi ayuda a la
Obra, porque cada día se volvía ésta
más absorbente, y al no cumplir, como era mi caso,
muchas veces, se me quedaba una noción de culpa que
me complicaba muchísimo. La he dejado, pero me acuerdo
todavía de unas cuantas cosas que me chocaban; por
ejemplo: que me hayan pedido que mi padre, a quien ni conocían
ni siquiera de vista, firmara un papel para respaldar un
préstamo para ayuda dc casas de la Obra. Otro recuerdo
que tengo, y éste ya es triste para mí, es
el de que, después de estar ya unos años alejada
de la Obra, me invitaron a que fuera a una tertulia con
el "padre"; no le había visto nunca y me
había parecido siempre un poco pueril y ridículo
el afán de cariño al "padre" que
notaba, impuesto, y, para mí, sin justificación
en una asociación que se pretendía tan discreta
y de gran madurez cultural y social. En esa tertulia me
chocó profundamente ver a una chica que yo conocía,
que había sacado una cátedra estupenda en
Física (había incluso llegado a trabajar con
Fereni en Roma) hacer las preguntas más infantiles,
más absurdas para su nivel cultural. Y me he enterado
que había abandonado su trabajo profesional y que
se dedicaba en ese momento a la administración de
una casa de niñas.
Después vino el contacto con personas a las que
la Obra habla hecho un daño tremendo, y poco a poco
he podido detectar sus tremendas contradicciones. De ninguna
manera había llegado a suponer toda la inflexible
y exagerada personalidad del fundador y el conjunto de actuaciones
que alrededor suyo se iban practicando hasta un punto que
resulta difícil creerlo si no se hubiera vivido,
o si no te llegan casos concretos e indudables.
La petición de un título para monseñor
y la postura ante los que salían (me acuerdo de haber
nombrado a una persona que yo no sabía que se había
marchado de la Obra, y me recomendaron que no volviera a
hablar de ella porque "ya no era de la Obra"),
de todo esto me asombraba sin entender... Pero no era fácil
verlo de una manera desapasionada, equilibrada y justa.
Hacía falta un testimonio sincero, libre de amargura
y claramente empeñado en seguir buscando lo que una
busca al entrar en la Obra: ¡la verdad! Y eso queda
plasmado en tu libro, con todas las dificultades de transmitir
un ambiente y una deformación cuidadosamente informada;
me parece que tu publicación es de la mayor importancia
y actualidad.
Valoro profundamente tu honestidad, tu fidelidad a un Dios
a quien no has renunciado.
Espero y deseo que así como no han logrado manipular
tu entrega, no lleguen a manipular tu denuncia.
(M. de A. C. Lisboa.)
Querida M. Angustias:
No quiero dejar pasar más tiempo sin ponerme en
contacto contigo para darte la enhorabuena por tu libro.
Me ha gustado mucho, tiene toda la fuerza de la verdad en
unos hechos, de unas realidades, vividas en la propia carne.
Podemos captar toda su profundidad aquellas personas que
lo hemos vívido.
Yo también he dejado la Obra. He salido cansada,
terriblemente agotada y con un solo deseo: olvidar lo que
ha sido para mí un gran fracaso. De todas formas
pienso que cuando se vive cara a Dios y se actúa
con intención recta, nuestra vida tiene un valor,
aunque no hayamos conseguido ver hecho realidad aquel ideal
que nos habíamos forjado. Quiero olvidar el Opus,
y todo lo que tenga que ver con él en favor o en
contra.
Respecto al libro insisto que admiro tu fuerza de voluntad
y constancia para escribirlo, yo, sencillamente, no la tengo.
Las circunstancias personales también son distintas,
y no es lo mismo rehacer la vida a los 30 que a los 50 años.
Al fin tengo un trabajo fijo, a mi edad no era fácil.
En Barcelona el nivel de vida es muy alto y los sueldos,
al menos el mío, está aún debajo de
las posibilidades de mantener un piso, me hubiera gustado
más vivir sola pero de momento no puedo, vivo con
una de mis hermanas que desde el primer momento me ha acogido
con cariño y comprensión. No te niego que
la realidad es dura, pero no me quejo: sabía que
había que comenzar desde cero. No estoy amargada
ni arrepentida del paso que di, si. algo lamento es no haber
tenido valor para hacerlo antes. Estoy serena, tranquila,
ahora al menos mi vida es real, auténtica, soy yo
la que la vivo, el aire es vital.
Si algo necesitas de mí no dudes un momento, ya
sabes dónde me tienes.
(M. T. A. Barcelona)
Otra carta empieza con la siguiente frase, bien significativa:
"Tu falta de salud es la prueba de que no tienes vocación."
Así fue, con esta frase, oída en Molinoviejo
hace 26 años (llevaba tres años en la Obra)
como tuve que abandonarla. El exceso de trabajo me tenía
destrozada, pero antes se me mandó a Sevilla, de
donde yo era y en donde yo conocía a mucha gente,
a pedir dinero para la casa de Roma que entonces estaba
en construcción... Desde entonces ha llovido mucho,
era el año 1954.
Tú, M. Angustias, has conocido el Opus Dei por dentro,
yo, habiendo estado en él como numeraria, lo he tenido
que conocer por fuera.
Llevo años preguntándome cómo es posible
que nadie sintiera lo que yo: pena, sí, mucha pena,
inmensa pena, por esa gran Obra de Dios, que de Dios no
lleva más que el nombre. Porque Dios está
en las almas, y éstas, en el Opus Dei, se valoran
por el peso igual que el oro.
En el Evangelio vemos cómo el Buen Pastor deja las
99 ovejas y va en busca de la que se ha perdido. En el Opus
(Dei) pasa lo contrario: se echa fuera a la que está
exprimida y se la deja sola...; ha sido convenientemente
preparada para no ser devorada por los lobos, pero las largas
y frías noches acaban por helarla. Te acuerdas entonces
del catecismo que allí estudiaste en el que creo
recordar que se decía que deben los socios preocuparse
de las almas que han pertenecido al instituto, pero vas
comprobando que es mentira, que es en ellas especial mente
en las que se ensañan...
Por eso, cuando supe de la muerte del "padre"
lo perdoné y le pedí a Dios que tuviera misericordia
de él. Siempre me ha dado miedo la frase de San Pablo
de "el que no tuviera caridad no será salvo".
Has sido valiente al escribir tu libro, quiero con esta
carta contribuir a la veracidad de lo que en él se
dice, y ten por seguro que recibirás tu premio en
la otra vida; aquí no lo creo, porque decir la verdad
es duro, sobre todo para quienes no quieren escucharla.
Te puedo asegurar que en 26 años que hace que salí
no he tenido el gusto de recibir ni una llamada para un
retiro ni acto religioso alguno; les pedí un favor
hace unos años y no me lo hicieron; murió
mi madre y no me recordaron... ella sí que supo dejarme
un recuerdo de santidad vivida y de fe y caridad cristiana,
Los años lo borran todo, pero el impacto que dejó
en mi el "Opus Pater" no lo podrá borrar
más que la muerte.
(A. V. Sevilla..)
Una mujer tremendamente simpática, alegre, sociable;
así es A. V., pero de una delicada sensibilidad también,
por eso expresa tan sutilmente la desilusión que supone
ver que en nombre de Dios se actúa como se hace en
la Obra.
Querida M. Angustias:
Cuando preparaba mis libros y efectos personales para marcharme
a pasar estos días a un minúsculo pueblecito
de la sierra del Maestrazgo llegó tu carta, contestación
a la solicitud que yo hice a la editorial del libro.
Me alegro porque, aun después de 18 años
que llevo fuera de la Obra, siento no sé qué
tipo de afinidades con las personas que han pertenecido
a ella. Y desde luego mi dolor fue tan intenso al salir
que quiero evitar en lo posible que otras sufran estérilmente
lo que yo sufrí y pasen los peligros que yo pasé.
¿Sufran estérilmente? No; no es acertado,
no hay dolor estéril, ha sido solamente un dolor
innecesario.
Yo salí de la Obra el día 28 de mayo de 1959.
Tengo ahora 47 años. Los tres primeros fueron muy
dolorosos y desconcertantes para mí.
En lo fundamental (detalles aparte) mi experiencia es la
misma que la que tú describes en tu libro. Sin embargo
hay que hacer algunas matizaciones; yo no ocupé nunca
puestos de responsabilidad, no conocí a Escrivá
y no salí por voluntad propia: a mí me echaron.
Es justo reconocer, porque es cierto, que mi estilo personal
de ruda muchacha campesina, sin medios económicos
y llegada a la Universidad a fuerza de tesón no era
precisamente un adorno del que la Obra pudiera enorgullecerse.
Es posible que mi ingenuo (por entonces) y paleto (siempre)
estilo de vida, acostumbrada a la llaneza, a la sencillez
y claridad, a la pobreza, me hubieran hecho salir algún
día por mi cuenta si no se hubiesen adelantado los
dirigentes de la Obra a echarme. No les reprocho que me
echasen. Reprocho sí y enérgicamente, el modo
de hacerlo y la hipocresía con que obraron. Amé
a la Obra como no he vuelto a amar otra cosa en la vida.
Es posible que no todo en mi amor a la Obra fuese desinteresado,
acaso amaba inconscientemente la seguridad que parecía
brindar, y el brillo de sus bienes materiales. Pero. por
encima y por debajo de todo ello yo había ido allí
fundamentalmente a buscar a Cristo; y con todas las limitaciones
propias de todo ser humano, busqué la coherencia
y busqué con empeño encontrarlo. Creí,
como otras muchas, que aquél era el único
camino posible; y un día me vi deshecha de él
sin ninguna explicación.
Yo estuve pocos años, pedí la admisión
en diciembre del 56, con la carrera recién terminada.
Yo también preparé notas para publicar un
libro sobre mi experiencia, con el fin de dejar las cosas
en su sitio. Tengo muchas cuartillas llenas, aunque no en
redacción definitiva. Cuando tú aún
estabas en la Obra yo ya trabajaba en mis ratos libres en
estas notas. Un poco por comodidad, y otro poco por las
dificultades de aquellos años en publicarlo, las
notas han dormido en el olvido hasta que me sacudió
el impacto de la muerte de Escrivá; entonces volví
a la tarea, pero mis ocupaciones profesionales y un incomprensible
pudor me empujaron a dejarlo de nuevo, hasta que de modo
casual me encontré con tu libro. Entonces me sentí
de nuevo empujada a proseguir, pero a la vez pienso que
ya no es necesario ya que sustancialmente es la misma experiencia.
Te envío algo de lo escrito.
(E. D. F. Teruel.)
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