LIBRO: EL OPUS DEI - ANEXO
A UNA HISTORIA
AUTORA: María Angustias
Moreno
¿CUÁL
ES LA FUERZA QUE MANTIENE A TANTOS?
Una cuestión más, a la que hay quien no ha
encontrado solución en mi libro, calificándolo
de "experiencia de media vida encerrada en un abrumador
juicio negativo", "historia sincera y atormentada
de una enorme decepción, de una vocación frustrada
y quizá también de un gran resentimiento"
(R. de la C.). Dice que escribo especialmente los aspectos
negativos; a lo que yo argumento: y, ¿es que acaso
hace falta repetir lo que tan reiteradamente está ya
dicho por quienes quieren hacer entender que sólo existe
esa parte que ellos llaman positiva? El título de mi
libro creo que ya de por sí es lo suficientemente expresivo;
se trata de UN ANEXO, no es, ni se declara ser en ningún
momento, historia completa de nada. Es, sí, una parte
de la historia de una institución que se jacta de la
inexistencia de esa otra que no la haga aparecer sólo
como perfecta. Y que sin embargo la historia verdadera, la
historia completa, sólo podrá ser la que resulte
del engranaje objetivo e imparcial de ambas aportaciones.
¿Resentimiento?, ¿frustración? ¿Es
el único calificativo posible a una lamentable y negativa
experiencia, como puede serlo la de pasar por un campo de
batalla, por una guerra, y contar lo que de desagradable tiene?
No se explica, dice el interlocutor de esta tesis, qué
fuerza es la que sostiene dentro a 60 000 hombres y mujeres,
inteligentes, capaces, audaces y grandes personalidades. Yo
me voy a permitir seguir recordando el capítulo III
de este libro, con algunas aclaraciones más, por si
le cupiera en suerte servir de luz al tema.
Esos hombres y mujeres, muchos de ellos realmente estupendos,
capaces y eficaces, entregados y confiados, precisamente por
el hecho de serlo, son ellos, esa manera de ser suya, como
ya apunté, la fuerza de la Obra. Lo es el afán
noble y exigente que les mueve, lo es su gran buena voluntad,
lo es la enorme confianza que ponen en todos los que les dirigen.
Y sin embargo yo diría, seguiría diciendo,
que más que grandes inteligencias o capacidades dotadas,
sobre lo que algunos aumentan sus interrogantes, son intelectuales
o trabajadores organizados, bien dirigidos, bien montados,
y perfectamente amparados unos en otros. Enriquecidos por
la fuerza del conjunto, estimulados y promocionados por el
sistema de la Obra en sí. Hombres y mujeres que si
dejan la Obra, la mayoría, ¿qué serían,
en qué quedan? Precisamente de los que valen por sí
mismos son de los que más acaban saliéndose.
Es la fuerza de la unión. La seguridad que la Obra
proporciona. La tranquilidad que lleva consigo sentirse integrado
en algo poderoso. Es, sigue siendo, parte de su fuerza, una
parte importante de la fuerza de la Obra.
Está luego también la fuerza de la mentalización
moral y espiritual. Dos años, al llegar, intensamente
dedicados a recibir el espíritu de la Obra. Un mes
al año a la misma dedicación; cinco días
de retiro anuales; una charla semanal; un círculo semanal;
la lectura constante (en oraciones, meditaciones, folletos,
revistas internas) de la misma clase de doctrina; la suficiencia
que te inculcan; la necesidad de aislamiento de todo lo que
no esté permitido por los directores; todo esto, basado
siempre en la mente y el proceder del fundador, ¿acaso
no es suficiente para "mantener"?, ¿qué
mayor fuerza puede existir? La sugestión, la persuasión
constantemente ejercida ¿no es razón suficiente?
Y lo es además porque la gran masa está siempre
compuesta de aquellos que necesitan seguridad, y la Obra se
la da. Se la da a cambio de una sumisión "robotiana",
se la da a base de una identificación con el Padre
que consideran, o se les hace considerar, como camino inequívoco
hacia Dios, pero se la da.
La Obra por otro lado ha sabido también tranquilizar
las conciencias de los ricos y poderosos, diciéndoles
que pueden seguir siéndolo (sin más problemas
de justicia, ni de renuncia, ni de compromiso social), siempre
y cuando vivan el espíritu de la Obra y ayuden a sus
labores.
La Obra ha venido a resolver de igual manera el problema
de los pusilánimes, de los que dudan y sufren escrúpulos,
y prefieren que les den una "conciencia sustituida",
en vez de una formación comprometida con su propia
actuación. Sustituida por unos directores (un Padre)
que se erigen en norma de actuación, garantizando la
salvación eterna a todo el que 1es sea dócil.
No son razones cualesquiera. Creo que cabe entender una gran
fuerza, una fuerza capaz de mantener a muchos, porque son
también bastantes los motivos, y lo son de "peso".
Lo son, para algunos, totalmente incoherentes. Insuficientes
para condicionar, reducir... a ellos toda una vida, pero no
desde luego para todos.
Para los que semejantes compensaciones no son lo que les
llena, siguen diciendo:
Querida M. Angustias:
He leído tu libro y ya a la segunda página
me hice el propósito de escribirte.
Yo también he sido numerario durante diez años,
más o menos en tu época, por lo que dices
en tu libro. He seguido unos pasos prácticamente
iguales a los tuyos según cuentas. De hecho me planteé
los mismos problemas al poco de entrar, primero creía
que era yo el que fallaba y luego me di cuenta que no era
yo sino el planteamiento de la Obra. Intenté en seguida
comunicar mi problema y advertí que si no me ayudaban
me iría; así estuve luchando seis años
¡que ya es decir! y seguía solo e incomprendido.
La salida no me fue fácil y me han colgado un mochuelo
que no es verdad; todo para que no "falle" la
institución.
Quiero decirte que estoy totalmente de acuerdo con lo que
tú dices, aunque hoy día mis planteamientos
con Dios son exclusivamente personales, sin interferencias
de nadie, sólo Dios y yo.
Soy, como verás (por el membrete), médico,
me especialicé en medicina interna y psiquiatría,
aunque esto último es más una afición
especial, y tengo 34 años.
Dentro de la Obra he hecho de todo, he llevado estudiantes,
agregados, supernumerarios, y aunque te parezca mentira
he hecho labor hasta con curas y bachilleres; lo he intentado
todo, y para nada.
He rehecho mi vida en lo que he podido y no me ha sido
fácil; yo estoy seguro de que tú lo conseguirás,
para lo que quieras y necesites cuenta con mi ayuda incondicional,
sé de sobra lo mal que se pasa, soy uno que como
tú quiso servir a Dios en un mundo que le atraía
y no le dejaron.
(C. A. R. Zaragoza.)
Querida señorita:
Acabo de leer su conmovedor, apasionante y apasionado libro.
Ha sido como revivir una larga pesadilla. Una y otra vez
he contemplado su fotografía y me maravillaba, viéndola,
de que la Obra de Dios consista en destruir a los seres
que ese mismo Dios ha creado. Todo lo que usted cuenta me
había parecido advertirlo en la corta convivencia
con ellos y en mi fugaz trato con ellas, pero siempre me
resistí a creer tan monstruosa realidad. Ahora ya
no tengo duda de lo que tantas veces he pensado: que el
Opus Dei ha hecho verídica la famosa sentencia de
convertir la religión en el opio del pueblo... Pues
contemplando a la generalidad de los socios, sus actitudes
y comportamientos, desconcierta su puerilidad, su terror
a la libertad.
Su libro es hermoso porque tiene la calidad de lo auténtico,
de lo limpio y transparente. Es un espejo paseado a lo largo
de un camino. Y usted no tiene la culpa de que ese espejo
refleje un desierto sembrado de escombros. Tampoco está
en su mano evitar que la contemplación de ese paisaje
llene de espanto el corazón y la memoria de lágrimas.
Ojalá su libro sirva para algo. Aunque usted no
dejará de comprender que sólo le daremos crédito
los que hemos vivido esa náusea. A los que no lo
conocen por dentro les resultará, esa realidad, de
tan descomunal, increíble. Los que deberían
leerlo, que son todos ellos, ya sabe usted que nunca lo
leerán. Así y todo, su libro puede ser un
aviso para caminantes, a fin de que, conociendo de antemano
la realidad de la Obra, bordeen, prudentes, tal tremendal.
Deseaba decirle esto no para animarla -me parece que tiene
usted suficiente talento y sensibilidad como para comprender
la bellaquería humana- sino para que sepa que suscribo
y ratifico los motivos de su decisión. Y que comparto
su misma fe y su misma esperanza.
(V. S. P. Valencia.)
Arriba
Anterior -
Siguiente
Ir a la página
principal
|